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19/Sep/2024

Los miles de millones de bacterias que habitan en el intestino pueden ayudar a regular todo el organismo, desde la capacidad de digerir los alimentos hasta el funcionamiento del sistema inmunológico. Pero la ciencia sabe muy poco aún de cómo ese sistema, conocido como  microbioma, cambia con el tiempo, o incluso de cómo es un microbioma «normal». Actualmente, los estudios sobre las bacterias intestinales de miles de personas en todo el mundo han llegado a una conclusión: El microbioma es un reloj biológico sorprendentemente preciso, capaz de predecir la edad biológica de la mayoría de las personas.

Para descubrir cómo cambia el microbioma con el tiempo, el investigador de longevidad Alex Zhavoronkov y sus colegas de InSilico Medicine, una nueva empresa de inteligencia artificial con sede en Rockville, Maryland, examinaron más de 3600 muestras de bacterias intestinales de 1165 individuos sanos que viven en todo el mundo. De las muestras, alrededor de un tercio eran de personas de 20 a 39 años, otro tercio de personas de 40 a 59 años y el último tercio de personas de 60 a 90 años.

Los científicos entonces utilizaron el aprendizaje automático para analizar los datos. Primero, entrenaron su programa de computadora -un algoritmo de aprendizaje profundo modelado vagamente sobre cómo funcionan las neuronas en el cerebro- en 95 especies diferentes de bacterias del 90% de las muestras, junto con las edades de las personas de las que provenían. Luego, pidieron al algoritmo que predijera las edades de las personas que proporcionaron el 10% restante. Su programa fue capaz de predecir con precisión la edad de alguien dentro de los 4 años, informan en el servidor de preimpresión bioRxiv. De las 95 especies de bacterias, 39 fueron las más importantes para predecir la edad.

Zhavoronkov y sus colegas encontraron que algunos microbios se volvieron más abundantes a medida que la gente envejecía, como Eubacterium hallii, que se cree que es importante para el metabolismo en los intestinos. Otros disminuyeron, como Bacteroides vulgatus, que se ha relacionado con la colitis ulcerosa, un tipo de inflamación en el tracto digestivo. Los cambios en la dieta, los hábitos de sueño y la actividad física probablemente contribuyan a estos cambios en las especies bacterianas, dice el coautor Vadim Gladyshev, un biólogo de la Universidad de Harvard que estudia el envejecimiento.

Zhavoronkov dice que este «reloj de envejecimiento microbiano» podría ser usado como una línea de base para probar qué tan rápido o lento está envejeciendo el intestino de una persona y si cosas como el alcohol, los antibióticos, los probióticos o la dieta tienen algún efecto sobre la longevidad. También se podría utilizar para comparar a las personas sanas con las que tienen ciertas enfermedades, como el Alzheimer, para ver si sus microbios se desvían de la norma.

Si la idea es validada, se uniría a otros biomarcadores que los científicos usan para predecir la edad biológica, incluyendo la longitud de los telómeros -las puntas de los cromosomas implicados en el envejecimiento- y los cambios en la expresión del ADN durante la vida de una persona. Combinar el nuevo reloj de envejecimiento con estos otros podría dar una imagen mucho más precisa de la verdadera edad biológica y la salud de una persona. También podría ayudar a los investigadores a probar mejor si ciertas intervenciones -incluyendo medicamentos y otros tratamientos- tienen algún efecto en el proceso de envejecimiento. «No es necesario esperar a que la gente muera para realizar experimentos de longevidad», dice Zhavoronkov.

La idea de que se puede predecir la edad de una persona basándose en su microbioma intestinal es «muy plausible» y de «tremendo interés» para los científicos que estudian el envejecimiento, dice el informático e investigador de microbios Robin Knight, director del Centro para la Innovación en Microbiomas de la Universidad de California en San Diego. Su grupo está analizando 15.000 muestras del American Gut Project, un estudio microbiológico mundial que él mismo fundó, para desarrollar predictores de edad similares.

Pero uno de los desafíos de desarrollar tal reloj, agrega, es que hay enormes diferencias en las que las bacterias están presentes en las tripas de las personas de todo el mundo. «Es extremadamente importante replicar este tipo de estudios con poblaciones marcadamente diferentes» para averiguar si hay signos distintos de envejecimiento en diferentes grupos de personas, dice Knight.

Dice que tampoco se sabe si los cambios en el microbioma hacen que las personas envejezcan más rápidamente, o si los cambios son simplemente un efecto secundario del envejecimiento. InSilico Medicine está construyendo varios relojes de envejecimiento basados en el aprendizaje automático que podría combinarse con el microbiano. «La edad es un parámetro muy importante en todo tipo de enfermedades», dice Zhavoronkov. «Cada segundo cambiamos».

 

https://www.sciencemag.org/news/2019/01/bacteria-your-gut-may-reveal-your-true-age


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19/Sep/2024

 

Las mujeres han estado hasta los 90 excluidas de la investigación y de los ensayos clínicos de nuevos medicamentos, lo que ha causado graves errores en el tratamiento de enfermedades.

«Tradicionalmente, las mujeres han estado excluidas de la investigación biomédica», explica María Teresa Ruiz Cantero, que, como especialista en Epidemiología y Salud Pública en la Universidad de Alicante, ha estudiado a fondo el fenómeno.

«Siempre se ha considerado que el varón representaba al ser humano de ambos sexos, que era la medida, por lo que no se consideraba necesario estudiar a las mujeres, excepto en lo que se refiere a la especificidad reproductiva», coincide Eulalia Pérez Sedeño, profesora de investigación en Ciencia, Tecnología y Género en el Centro de Ciencias Humanas y Sociales del CSIC y autora, junto a S. García Dauder de la obra Las ‘mentiras’ científicas sobre las mujeres ( Catarata).

De hecho, en 1977 el organismo que regula la investigación y aprobación de fármacos en EEUU -FDA por sus siglas en inglés-, rechazó explícitamente la participación de mujeres en edad fértil de los estudios clínicos bajo el pretexto de proteger a una posible descendencia de los efectos de fármacos en estudio.

«Suena bonito y ético, porque parece que se está protegiendo la salud materno-infantil. Pero la realidad es que esos medicamentos cuyos efectos no se han probado en mujeres, sí se prescriben a mujeres. Y esto tiene consecuencias», subraya Ruiz Cantero.

El analgésico que tuvo que ser retirado

Por ejemplo, que aparezcan más efectos secundarios o que las dosis del tratamiento no sean efectivas o adecuadas. «Entre otras diferencias, las mujeres tenemos una variabilidad hormonal que no tienen los hombres, lo que puede afectar al metabolismo de los fármacos», aclara la especialista, quien añade que además de la infrarrepresentación en la investigación, también se ha producido una ceguera específica en cuanto al impacto de los fármacos en las mujeres.

Como ejemplo de esta ceguera, Ruiz Cantero cita el caso de Vioxx, el analgésico que tuvo que ser retirado del mercado por sus riesgos vasculares. Los resultados de los ensayos realizados con el medicamento no especificaron el impacto en ambos sexos ni consideraron la variabilidad hormonal. Sin embargo, explica, después se comprobó que el 78% de las reacciones adversas reportadas en España correspondía a mujeres.

Otro ejemplo es la apnea del sueño. Hasta hace poco, se consideraba un trastorno mayoritariamente masculino. Pero cada vez hay más evidencias de que, en realidad, la enfermedad en mujeres ha permanecido oculta a los ojos de la ciencia.

«El conocimiento que generamos cometiendo sesgos de género no se adecua bien a la realidad de gran parte de la población. Eso también explica, por ejemplo, que hasta hace bien poco no se diferenciaran bien los síntomas de un infarto de miocardio en hombres y mujeres», añade Sara Menéndez Espina, doctora en Psicología e investigadora del Grupo Workforall de la Universidad de Oviedo.

La decisión de la FDA permaneció vigente hasta 1993, cuando las nuevas guías recomendaron evaluar las diferencias en función del sexo en los ensayos clínicos. Pero, según las expertas citadas, eso tampoco solucionó el problema.

«Para empezar, la agencia homóloga europea, la EMA, no tomó la misma determinación y si bien recomienda un análisis diferenciado, sus guías también reconocen que esto solo puede hacerse si la muestra es lo suficientemente representativa», señala Ruiz Cantero, quien añade que sobre todo en las primeras fases de la investigación, la infrarrepresentación del sexo femenino sigue siendo patente.

Además, hoy en día se siguen dando otros sesgos de género en la investigación. «Por ejemplo a la hora de determinar cuáles son las prioridades científicas; en los modelos teóricos y las preguntas de investigación; en el planteamiento de hipótesis y definición de las variables; en los diseños y muestras empleadas; en la recogida de datos; en la interpretación de resultados y también en su publicación», apunta Pérez Sedeño.

«Un sesgo clásico es el uso de las muestras», coincide Menéndez. «Podemos encontrar estudios con 300 hombres y 300 mujeres que sacan resultados para toda la población, en una especie de ceguera de género».

Para Pérez Sedeño la solución al problema no sólo pasa por proponer protocolos que incluyan a más mujeres en los ensayos clínicos -algo que ya se ha hecho-, «sino en cambiar el modelo estrictamente biomédico por otro biopsicosocial que atienda a otros factores que pueden afectar a la salud de las mujeres, como la etnia, la clase social o el entorno en el que viven».

Fuente: https://www.elmundo.es/ciencia-y-salud/salud/2019/03/08/5c815373fc6c834b408b4681.html


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