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ARTÍCULOS

19/Sep/2024

La menopausia es un proceso natural que generalmente ocurre entre los 45 y 55 años de edad, aunque puede variar en cada mujer. Se define como el cese permanente de la menstruación y la disminución de la producción de hormonas reproductivas, especialmente los estrógenos y la progesterona.

Durante la menopausia, las mujeres podemos experimentar una serie de síntomas físicos y también emocionales. Los síntomas físicos más comunes son los sofocos, los trastornos del sueño, la sequedad vaginal, los cambios en la piel y el cabello. Estos síntomas pueden variar en intensidad y duración. Es importante tener en cuenta que no todas las mujeres experimentan los mismos síntomas y que la intensidad puede variar.

Además de las molestias anteriores también ocurren cambios emocionales como alteraciones del humor, irritabilidad, ansiedad y tristeza. También es frecuente sentir una sensación de pérdida o duelo debido al cese de la etapa reproductiva. Fatiga, falta de energía e inseguridad acerca de los cambios físicos pueden afectar a la autoestima. Algunas mujeres pueden preocuparse por el envejecimiento y reflexionar sobre su propia mortalidad.

En cualquier caso, con la homeopatía se pueden encontrar alivio a todos los síntomas de la menopausia, tanto físicos como emocionales, pero es importante tener en cuenta que no hay un remedio homeopático único y que el enfoque es siempre individual. Para ello es necesario elegir la terapia homeopática adecuada junto a un/a terapeuta capacitado/a en homeopatía.

La homeopatía se basa en el principio de «similitud» y utiliza dosis muy diluidas de sustancias naturales para estimular la capacidad de curación del organismo. Cada mujer es única y merece una atención personalizada basada en su situación y necesidades específicas.

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Aurora Julià – Naturópata y Homeópata

Abadiño – 94 620 42 18

 

Foto: Vanity Fair


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19/Sep/2024

Analgésicos, antiinflamatorios, anticonceptivos, antibióticos, antidepresivos, antiepilépticos, betabloqueantes, reguladores del colesterol, antisépticos, quimioterapia diversa, hormonas… se han convertido en sustancias cada vez más presentes en los caudales de los grandes ríos. Se calcula, como promedio, que en el agua residual se hallan más de 20 fármacos de distinta composición, según el país y el consumo. Estas sustancias, tomadas con cierta frecuencia, se excretan a través de la orina y las heces por lo que llegan a las aguas residuales y a las plantas depuradoras, donde los tratamientos son insuficientes para extraer los residuos farmacológicos, por lo que estos acaban viajando hasta los ríos, lagos, mares, acuíferos… Las plantas de tratamiento de aguas residuales reducen principalmente los sólidos y las bacterias al oxidar el agua pero no fueron diseñadas para tratar y filtrar los compuestos químicos complejos como los medicamentos y productos de cuidado personal (champús, geles de baño, cremas y lociones).

La contaminación de los ecosistemas relacionados con el agua amenaza directamente la salud y los medios de subsistencia de las personas, así como el desarrollo económico, político y de seguridad dentro de los países y en las relaciones entre ellos.
Preocupa a los expertos su efecto a medio y largo plazo, como la aparición de patógenos resistentes a los antimicrobianos y los efectos en el ecosistema. Los antibióticos pueden afectar a plantas acuáticas, los antiepilépticos a los crustáceos, daños hepáticos y renales en los peces… Hay fenómenos que son el efecto combinado de contaminantes de origen diverso por ejemplo alteraciones de origen hormonal graves en peces -feminización en los machos incluso hermafroditismo- causadas por estrógenos sintéticos unidos a hormonas naturales y contaminantes de origen industrial.

Efectos en humanos

Los efectos que estas sustancias pueden tener sobre el ser humano son evidentes y van desde los desarreglos hormonales, a la creación de resistencias bacterianas, pasando por daños a los fetos en formación, la infertilidad masculina entre otros muchos.

 

Para saber más:

https://elblogverde.com

https://fondosaludambiental.wordpress.com/…/contaminacion-…/

https://www.iagua.es/…/eliminacion-farmacos-fuentes-agua-nu…


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19/Sep/2024

 

Casi todo el mundo sabe que el déficit de ácido fólico es la principal causa de daños durante el desarrollo fetal. Pero no es tan conocida su incidencia en la salud cardiovascular. Una dieta vegetal variada y rica en esta vitamina abre una nueva línea terapéutica en la prevención y el tratamiento de los trastornos cardiovasculares.

Como indica su nombre, esta vitamina del grupo B –la B9– abunda en los vegetales: hojas verdes, legumbres, frutos secos y cereales. Actualmente, la escasez de vegetales en la dieta de muchas personas hace que no se cubran los mínimos diarios.

EL ÁCIDO FÓLICO REGULA LOS NIVELES DE HOMOCISTEÍNA

El ácido fólico es esencial para neutralizar los altos niveles de homocisteína en el plasma sanguíneo. Cuando se abusa de alimentos de origen animal, se puede llegar a consumir el doble de las proteínas que se necesitan. Y, con ellas, de metionina, el aminoácido del que se deriva la homocisteína. Esta facilita el depósito y calcificación de lípidos en las arterias, que se van volviendo rígidas.

Un exceso de homocisteína está vinculado a enfermedades coronarias, vasculares cerebrales y de las extremidades inferiores, así como trombosis venosa, insuficiencia renal, demencias o Alzheimer.

La elevación de la homocisteína no depende del colesterol o la presión arterial, la diabetes o el tabaquismo, pero su efecto se potencia en combinación con ellos. Sí influyen factores genéticos, la edad y los hábitos de vida.

Pero el elemento determinante es la dieta y, en concreto, la carencia o abundancia de vitamina B9, tan importante para eliminar la homocisteína. Además actúa en colaboración con las vitaminas B6 y B12, que también debemos asegurarnos.

La presencia de ácido fólico en el plasma reduce el exceso de homocisteína, lo que se traduce en una mejor vasodilatación arterial, menor oxidación del colesterol LDL o «malo», mejor coagulación y agregación plaquetaria, y mayor flexibilidad de los vasos sanguíneos.

DETECTAR LAS DEFICIENCIAS DE ÁCIDO FÓLICO

Las necesidades de ácido fólico aumentan durante el embarazo y la lactancia. También en enfermedades como las inflamatorias, la insuficiencia renal, el hipertiroidismo, la psoriasis, el cáncer, el tabaquismo y los tratamientos con ciertos fármacos.

Las deficiencias se detectan con un análisis de sangre, rutinario en embarazadas y otras personas con riesgo. El rango normal se sitúa entre los 2,7 y los 17 nanogramos por mililitro. Conviene revisar también los niveles de vitaminas B6 y B12, pues su acción metabólica suele ser colaborativa.

 

Alimentos ricos en ácido fólico

 

1. Hojas verdes y verduras

Las verduras de hoja verde, como la rúcula, las espinacas, la endibia, la lechuga, los berros, las acelgas o la col, son algunos de los alimentos más ricos en ácido fólico.

También lo es el perejil, aunque se consuma en menor proporción. Preparar ensaladas verdes con lechugas de diferente hoja y espinacas, por ejemplo, es una baza segura para obtener ácido fólico. El perejil puede añadirse picado a verduras y sopas.

El ácido fólico también está presente en otras verduras como el brécol, las coles de Bruselas, el espárrago, el puerro o la alcachofa. Y las algas, sobre todo, agar-agar, espirulina y clorella.

Cocinarlas al vapor es una buena opción, porque es rápida y evita el contacto del agua con los alimentos.

2. Legumbres

Las judías o alubias, los garbanzos, la soja y los guisantes son algunas de las legumbres que vale la pena incluir en la dieta si se desea, entre otras cosas, aumentar el consumo de ácido fólico.

3. Aliños, aderezos y frutos secos

Ensaladas y verduras pueden aderezarse con levadura de cervezagermen de trigosalsa de sojamiso (paté de soja fermentada) o gomasio (sésamo con sal).

Puede añadirse al aliño semillas trituradas, sobre todo pipas de girasol y calabaza. La castaña, la nuez, la avellana y la almendra también aportan cantidades considerables de ácido fólico. Además de consumirse como tentempié, pueden añadirse triturados a la ensalada o a sopas y cremas. Pueden hacerse bocadillos untados con mantequilla de cacahuete o de sésamo, o rellenarse con hojas de lechuga, rúcula o espinacas.

4. Cítricos y aguacates 

Sobre todo las naranjas, pero también las papayas y las fresas. El aporte es intermedio pero si se lo suma a otros alimentos, pueden venir muy bien, sobre todo si se consumen en el desayuno. 

El aguacate además de ácido fólico  y ácidos grasos. Una taza de esta fruta nos aporta el 30 %, aproximadamente, de lo que precisamos a diario.

5. Cereales integrales

Tienen más ácido fólico que los refinados. Destacan los copos de trigo inflados, pero también el centeno.

6. Alimentos de origen animal

Y aunque los alimentos de origen animal no contienen las mismas cantidades importantes de ácido fólico que los vegetales, algunos también constituyen una fuente de vitaminas del grupo B que merece la pena tener en cuenta:

  • Hígado de pollo, pavo o ternera, alimentos muy ricos también en vitamina A.
  • Mariscos y pescados azules, perfectos además para combatir la anemia que algunas mujeres sufren durante el embarazo.
  • Lácteos: queso y yogur

https://www.cuerpomente.com/alimentacion/nutricion/mejores-fuentes-acido-folico_816/3

https://www.cuerpomente.com/alimentacion/nutricion/acido-folico-colesterol_1431


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19/Sep/2024

 

Las mujeres han estado hasta los 90 excluidas de la investigación y de los ensayos clínicos de nuevos medicamentos, lo que ha causado graves errores en el tratamiento de enfermedades.

«Tradicionalmente, las mujeres han estado excluidas de la investigación biomédica», explica María Teresa Ruiz Cantero, que, como especialista en Epidemiología y Salud Pública en la Universidad de Alicante, ha estudiado a fondo el fenómeno.

«Siempre se ha considerado que el varón representaba al ser humano de ambos sexos, que era la medida, por lo que no se consideraba necesario estudiar a las mujeres, excepto en lo que se refiere a la especificidad reproductiva», coincide Eulalia Pérez Sedeño, profesora de investigación en Ciencia, Tecnología y Género en el Centro de Ciencias Humanas y Sociales del CSIC y autora, junto a S. García Dauder de la obra Las ‘mentiras’ científicas sobre las mujeres ( Catarata).

De hecho, en 1977 el organismo que regula la investigación y aprobación de fármacos en EEUU -FDA por sus siglas en inglés-, rechazó explícitamente la participación de mujeres en edad fértil de los estudios clínicos bajo el pretexto de proteger a una posible descendencia de los efectos de fármacos en estudio.

«Suena bonito y ético, porque parece que se está protegiendo la salud materno-infantil. Pero la realidad es que esos medicamentos cuyos efectos no se han probado en mujeres, sí se prescriben a mujeres. Y esto tiene consecuencias», subraya Ruiz Cantero.

El analgésico que tuvo que ser retirado

Por ejemplo, que aparezcan más efectos secundarios o que las dosis del tratamiento no sean efectivas o adecuadas. «Entre otras diferencias, las mujeres tenemos una variabilidad hormonal que no tienen los hombres, lo que puede afectar al metabolismo de los fármacos», aclara la especialista, quien añade que además de la infrarrepresentación en la investigación, también se ha producido una ceguera específica en cuanto al impacto de los fármacos en las mujeres.

Como ejemplo de esta ceguera, Ruiz Cantero cita el caso de Vioxx, el analgésico que tuvo que ser retirado del mercado por sus riesgos vasculares. Los resultados de los ensayos realizados con el medicamento no especificaron el impacto en ambos sexos ni consideraron la variabilidad hormonal. Sin embargo, explica, después se comprobó que el 78% de las reacciones adversas reportadas en España correspondía a mujeres.

Otro ejemplo es la apnea del sueño. Hasta hace poco, se consideraba un trastorno mayoritariamente masculino. Pero cada vez hay más evidencias de que, en realidad, la enfermedad en mujeres ha permanecido oculta a los ojos de la ciencia.

«El conocimiento que generamos cometiendo sesgos de género no se adecua bien a la realidad de gran parte de la población. Eso también explica, por ejemplo, que hasta hace bien poco no se diferenciaran bien los síntomas de un infarto de miocardio en hombres y mujeres», añade Sara Menéndez Espina, doctora en Psicología e investigadora del Grupo Workforall de la Universidad de Oviedo.

La decisión de la FDA permaneció vigente hasta 1993, cuando las nuevas guías recomendaron evaluar las diferencias en función del sexo en los ensayos clínicos. Pero, según las expertas citadas, eso tampoco solucionó el problema.

«Para empezar, la agencia homóloga europea, la EMA, no tomó la misma determinación y si bien recomienda un análisis diferenciado, sus guías también reconocen que esto solo puede hacerse si la muestra es lo suficientemente representativa», señala Ruiz Cantero, quien añade que sobre todo en las primeras fases de la investigación, la infrarrepresentación del sexo femenino sigue siendo patente.

Además, hoy en día se siguen dando otros sesgos de género en la investigación. «Por ejemplo a la hora de determinar cuáles son las prioridades científicas; en los modelos teóricos y las preguntas de investigación; en el planteamiento de hipótesis y definición de las variables; en los diseños y muestras empleadas; en la recogida de datos; en la interpretación de resultados y también en su publicación», apunta Pérez Sedeño.

«Un sesgo clásico es el uso de las muestras», coincide Menéndez. «Podemos encontrar estudios con 300 hombres y 300 mujeres que sacan resultados para toda la población, en una especie de ceguera de género».

Para Pérez Sedeño la solución al problema no sólo pasa por proponer protocolos que incluyan a más mujeres en los ensayos clínicos -algo que ya se ha hecho-, «sino en cambiar el modelo estrictamente biomédico por otro biopsicosocial que atienda a otros factores que pueden afectar a la salud de las mujeres, como la etnia, la clase social o el entorno en el que viven».

Fuente: https://www.elmundo.es/ciencia-y-salud/salud/2019/03/08/5c815373fc6c834b408b4681.html


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